“Si una empresa soborna, deben prohibirle volver a concursar”

Nobel de Economía; miembro del consejo asesor de la Barcelona GSE

¿Edad? Trabajo mucho y así me mantengo en forma para trabajar...Y monto a caballo. Nací en Was–hington. Tengo 3 hijos y 4 nietos: les explico que ser economista consiste en demostrar que no hay nada gratis y que desconfíen de quien diga otra cosa. En EE.UU. soy de izquierdas y aquí de extremo centro

Christopher SimsNobel de Economía; miembro del consejo asesor de la Barcelona GSE

La economía crece otra vez: ¿decrecerá el populismo?

Siempre ha sido así. Cuando la economía mejora, las políticas radicales que prometen soluciones mágicas van perdiendo adeptos. La gente ya tiene algo que perder.

¿Qué cree que pasará ahora?

Quienes lograron poder desde el populismo conectarán con el nuevo estado de humor de la gente y, a medida que vuelve la prosperidad, modificarán su discurso para hacerlo más transversal, inclusivo e institucional.

¿Y si no lo hacen?

Perderán poder igual que lo ganaron.

¿Cómo funciona esa relación?

Me temo que la historia demuestra que, cuando las condiciones de vida de una sociedad empeoran, es poco probable que esa sociedad se mire a sí misma y trate de corregir lo que no funciona para mejorar.

Sería lo más efectivo...Y doloroso.

Lo más fácil y habitual, en cambio, es que los individuos se agrupen en torno a una identidad nacional, étnica, cultural, religiosa...Y culpen a un enemigo exterior de sus males, mientras surgen líderes que prometen soluciones rápidas, claras y, por supuesto, erróneas.

¿El populismo de hoy es diferente?

Siempre es lo mismo. Una elite cosmopolita, educada e inteligente saca partido a la globalización frente a la mayoría aferrada a su identidad que cree que es la culpable de sus desgracias y quiere eliminarla.

¿Quién es esa élite?

Antaño a menudo eran los judíos, pero también ha habido otras muchas élites que entendieron que la riqueza del mundo está en la innovación, el comercio y el intercambio.

¿Quiénes son hoy esos cosmopolitas enriquecidos por la globalización?

Pues la plutocracia digital universal de multibillonarios de internet. Mientras ellos acumulan una riqueza ingente, las clases blancas americanas menos educadas que vivían bastante bien se proletarizan y radicalizan.

Otro Nobel, Angus Deaton, ha demostrado que en EE.UU. literalmente se suicidan.

Es parte de ese fenómeno.

¿Cómo evitar esa desigualdad y su odio?

Ya en la crisis del 29 descubrimos las recetas y siguen siendo las mismas, pero las sociedades hoy han cambiado y es más difícil aplicarlas.

Las políticas expansivas han funcionado mejor en EE.UU. que aquí en Europa.

Porque Europa –igual que Japón– tiene una proporción mucho mayor de pensionistas y gente mayor que ha ahorrado mucho.

¿Y...?

Pues que cuando ven que los bancos centrales adoptan políticas expansionistas y aumentan la deuda temen acabar pagándola ellos. Así que, aunque se aumente la liquidez disponible, en vez de gastar más y reanimar la economía, ahorran más. Y así frenan ese efecto.

Y si por sus ahorros les dan menos o ningún interés, todavía ahorran más.

El hecho es que el efecto de cualquier expansión monetaria, fiscal o políticas keynesianas queda limitado en una población envejecida.

¿Es un problema de cultura económica?

Deberían entender que la economía de un país no es la de un hogar y que gastar más no significa perder lo que gastas si todos gastan y producen más a la vez.

Keynes hoy en el euro no pinta mucho.

En cualquier caso, cierta inflación ayuda a pagar deudas. No sabemos aún por qué exactamente, pero está demostrado históricamente que los periodos de muy baja inflación o, por supuesto, de deflación tienen bajo crecimiento. Y así se prolonga y aumenta la penuria. Pero el euro, además, tiene sus propios defectos.

¿Cuáles?

Ya los publiqué en el 99: mientras los países de la eurozona no tengan alguna coordinación fiscal, el euro y sus economías están en precario. Deberían haber pactado algún tipo de eurobono, que demostrara al mundo y a los mercados que si un país del euro está en apuros, todos responden por él.

¿Y el BCE no hace algo parecido?

Lo que hace ahora es decidir –sin control democrático– a qué países y cómo y cuándo y cuánto ayuda y así asume todos esos riesgos en su balance. La Reserva Federal jamás compraría deuda de un estado como está haciendo el BCE. Es un grave error mezclar la política monetaria y la fiscal.

¿Qué deberían hacer los gobiernos?

Todo lo demás que permite a una economía volver a crecer. La ausencia de corrupción ayuda. Y no hablo sólo de España, en Nueva York llevamos años luchando contra los sobornos en las contratas públicas. Es un cáncer.

¿Alguna sugerencia?

Por lo que sé, aquí algunas empresas han pagado a partidos en el poder para que a cambio les concedan contratos públicos.

¿Qué propone usted para evitarlo?

Pues que, además de a los políticos corruptos, se castigue a las empresas sobornadoras que les pagan comisiones. Bastaría con que, una vez demostrado el soborno, se condenara a esas empresas a no poder volver a concursar por un contrato público durante un plazo de tiempo determinado. Sería muy disuasorio.

¿Por qué cree que no se hace?

Lo esencial es que se puede hacer. Basta con que influyan a sus representantes para que lo aprueben y si no, voten a otros.

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